El Canadá turístico NO es barato.  Si bien el vivir allí es asequible, en cuanto nos adentramos en el mundo de los folletos y mecas turísticas el riñón se nos acaba saliendo solo. Cuando me puse a charlar con un francés, sobre lo que le parecía este país, me confesó que aunque le encantaba Canadá, tenia ganas de irse a Europa. «Por todo me piden dinero» decía con malhumor. «Hasta para entrar con mi coche a ver las montañas me piden dinero también» «Estoy harto, me intentan sacar dinero por todos lados». Y sus quejas no eran en vano. Cada museo, cada parque, cada mirador puede ser un desembolso de dinero importante. En la misma entrada del parque de Banff te hacen pagar 10 dolares por persona. Que no es tan caro hasta que empiezas a contar que sois tres, unos 30 dólares, más los tres días que vais a pasar allí dentro, se convierten en 90 dólares tan solo de entrada.

Hay otros, sin embargo, que están a favor de estos precios ya que contribuyen a que todo se mantenga en un estado excepcional. Por ello, no es raro encontrarte un baño en medio de la nada con una higiene comparada al baño de un hotel. Con su jabón, su papel higiénico y su crema para las manos. Y si te tapas la nariz realmente no llegas a sentir ese olor a podrido que sale del agujero donde permanece toda la cosecha. Recordad que allí no hay desagües, plena naturaleza.

Así pues, el costo del alojamiento y la comida también son altos. Estás en medio de la montaña y las opciones son las que hay. Lo más barato es quedarse en un camping que puede costar unos 15-20 dólares la noche. Después los hostales pueden oscilar entre 25 y 30 dólares y los hoteles normalmente no suelen tener tarifas por menos de 60 dólares la noche. La comida, por ser importada, aún sube más de precio por lo que se recomienda hacer lo que hicimos nosotras: llenar el coche de comida en un supermercado de Calgary.

La carretera más bonita del mundo

Mientras seguíamos la ruta por la carretera, nos sorprendió que a cada cinco kilómetros nos cruzábamos con unos puentes. Esas toneladas de hormigón sobre nuestra cabeza no enlazaban ninguna carretera sino que albergaban más naturaleza en su corona. “Están hechos para que los animales puedan cruzar” me dijo una vez un amigo. Y yo me imaginé a un oso grizzly enfrente de la valla que separa la carretera queriendo pasar al otro lado. Y a una cabra montesa pasando y diciéndole “ Por aquí no, tienes un puente a 5 km a tu derecha”.

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Dicen que la carretera que va desde Banff a Jasper es la carretera más bonita del mundo. Lo que si se puede presumir es que es una de las mejor conservadas. El tramo de Banff a Jasper se realiza en 3 horas y media. Pero lo realmente bonito no es el asfalto, sino la cantidad de paradas obligatorias que hay. Así pues, lo que iban a ser tres horas y media se convierte en todo un día recorriendo la zona. Por tanto, si vas a realizar este tramo es mejor ir temprano. Y no hacer como nosotras que se nos hizo de noche en el trayecto.

Para llegar a Jasper primero circulas por la Trans-Canada que es la autovía que cruza toda Canadá de punta a punta y una vez llegas al Lake Louise se sigue por la Highway 93, también conocida como Icefields Parkway, hasta Jasper. Este trazo es muy reconocido ya que alberga muchos glaciares, lagos, cascadas, cañones y ríos.

No soy fan de los mapas y menos cuando son turísticos. En esta ocasión solo sabíamos que había una carretera «que era la más bonita del mundo» y ni siquiera sabíamos el por qué. A unos kilómetros enseguida un cartel nos anunció el cañón Johnston. Primera parada obligatoria. Nos desviamos de la ruta en dirección al cañón. Prepara la cámara, Laura, esto pinta bien. Cuando llevábamos veinte minutos conduciendo sin ver un alma por esa carretera que parecía interminable llegamos al final. Y un cartel enorme nos anunció lo peor. El cañón Johnston estaba cerrado por obras. ¿Y no era más fácil anunciar las obras al principio del desvío?

Con un poco de decepción recorrimos los veinte minutos de vuelta y llegamos a la carretera principal. El lago Peyto nos sorprendió más adelante. Alguien escogió un lugar privilegiado para colocar un mirador. El resultado era una de las vistas más increíbles que había visto en mi vida. El lugar te invitaba a quedarte, a relajarte y disfrutar del paisaje. Aunque esa calma se veía trastocada por la veintena de chinos de atrás que te abucheaban para que te apartaras porque salías en sus fotos.

El glaciar Athabasca

Cuando el sol ya se estaba poniendo y la previsión de llegar de noche ya era inminente, se nos abrieron los ojos al toparnos con un cuadro espléndido. De entre dos montañas emergía un gran río de hielo que se propagaba hasta la carretera. Y aunque llegábamos tarde no pudimos hacer otra cosa que parar. El frío empezaba a amenazar con volverse peor a cada segundo que pasaba. Aparcamos el coche y subimos por las rocas temblando por la brisa escarchada que nos golpeaba.

Mientras avanzábamos dejábamos a un lado muchos carteles avisando del peligro de la zona. Al parecer, entre el hielo, se abren grietas bastante profundas. Tan solo hace falta un resbalón, o pisar en mal lugar para que la visita resulte dramática. En los carteles también escenifican con fotografías lo complicado que es un rescate de este tipo. Así que visto lo mal preparadas que íbamos de equipo y viendo que allí ya no quedaba nadie no quisimos entrar demasiado. Desde allí vimos uno de las atardeceres más inolvidables. Y sentimos toda esa cantidad de hielo bajo nuestros pies. Las fotografías que tomamos no dan crédito a lo grande que es el glaciar. Por eso, cuando volvimos al día siguiente tomé unas fotos de unos camiones y un grupo de gente que parecen hormigas en aquel inmenso lugar.

Auroras que no bailan

Al salir del glaciar y recuperar el calor en el cuerpo, la noche nos sacó ventaja. Fuimos conduciendo por la carretera sin ver un alma pasar, ni detrás de nosotras, ni en dirección contraria. El cansancio y el dolor de cabeza hacían desaparecer mi paciencia. Tan solo quería llegar a Jasper después de un día tan largo.

Pero entonces ocurrió algo. A lo lejos vimos un coche que estaba detenido en medio de la carretera. Fuimos avanzando poco a poco. Y al acercarnos vimos, no solo que estaba parado sino que estaba cruzado entre los dos carriles. Pensamos que había sido un accidente, pero al llegar a su altura vimos como sus focos iluminaban un enorme ciervo a un lado de la carretera. Su cornamenta era muy grande y ni siquiera se había inmutado por las luces. Él seguía comiendo tranquilamente.

Después de estas vistas seguimos adelante y por fin llegamos a Jasper. Estábamos más que tranquilas porque llevábamos el GPS. Solo había que poner la dirección donde se encontraba el hostal. Enseguida la voz del aparato localizó el lugar y nos señaló por donde teníamos que seguir. Yo no veo nada, Laura. Pero dice que es aquí… Pero esta calle no es. Volvamos a probar. Dimos vueltas por todo el pueblo a las 9 de la noche haciendo caso a un GPS que se había vuelto loco y sin encontrar ningún hostal.

La opción B fue ir a buscar wifi. Algo que también nos resultó complicado. Uno de los lugares a los que el GPS identificaba como el hostal fue una pequeña cabaña en medio de un parque bastante oscuro. Eso no puede ser, Laura. Bueno, vayamos a ver que hay, dijo ella. Cuando llegamos a la pequeña casa del parque había un pequeño grupo de chicos fumando. Y descubrimos que se trataba de un punto de información turística. Y…¿adivinad qué? ¡Habemus wifi!

Buscamos la dirección del hostal y nuestras peores pesadillas aparecieron. Laura, el hostal esta a media hora volviendo por la carretera que hemos venido. Mi prima enmudeció.

Recogimos nuestra frustración y nos dirigimos hacia el coche para volver por donde habíamos venido. El camino se hizo largo y la única luz era la que iluminaban los focos del coche. Llegados a un punto, Laura me indicó que debíamos desviarnos a la derecha y empezamos a ascender una montaña bastante empinada. No había un coche, ni una farola, ni una casa ni signos de que alguien fuera a pasar por allí a esas horas. Tan solo la certeza de que esa carretera no estaba allí por casualidad y que llegaríamos a algún lugar.

El coche de 60cv empezaba a rendirse. A nuestro alrededor, y en completa oscuridad, solo aparecían arboles y más árboles que nuestros focos alumbraban.

Hasta que en una curva visualizamos una casa muy poco iluminada con un cartel apenas visible. Era el hostal. Nuestro cansancio hizo que rápidamente aparcáramos y recogiéramos las cosas para entrar. Eso, y el peligro de que apareciera cualquier oso por sorpresa. Pero entre tantas ganas de entrar, algo me detuvo.

Miré sobre nuestras cabezas y vi un cielo que había sido desconocido para mi. Acostumbrada a ver solo unos cuantos puntos de luz en la noche, ahora apenas había sitio para el negro. Todo el cielo alrededor estaba repleto de estrellas y las había tan juntas que se confundían entre ellas. Y allí, se nos presentó ante nosotras la Vía Láctea.

Laura terminó de recoger sus cosas y nos dirigimos a la puerta del hostal con la mirada pendiente en el cielo. No llegamos a la entrada sin antes divisar unos focos blancos revoloteando por allá arriba. Eran como los focos que las discotecas utilizaban para anunciar que allí había fiesta. Pero no podía ser posible que allí hubiera ninguna discoteca ni tan siquiera fiesta en medio de la nada.

No tardaron más que unos segundos en agrandarse y convertirse en pinceladas de verde y púrpura tiñendo parte de aquel espectáculo de estrellas. ¡La aurora boreal! Enseguida una veintena de jóvenes del hostal salieron corriendo hacia donde nosotras estábamos para ver aquella belleza. Y a pesar del cansancio nos quedamos allí afuera, con las bajas temperaturas para contemplar aquel magnífico espectáculo.

Dicen que la aurora boreal es una danza de colores, un espectáculo de luces que baila al son de la noche. Pero esa noche no bailó. Sino que salió para darnos la bienvenida a uno de los viajes más increíbles que había vivido en mi vida.

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3 thoughts to “Auroras que no bailan. Parte 2

  • styvwheeler

    Me encanta 🙂

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  • Sento

    Hola Rebe me parece un buen texto, cargado de información

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  • Rogelio Arizaga

    Hola Rebeca:
    Muy interesante tu blog, en particular tu relato de viaje a las Rocallosas de Canadá.
    Con mi esposa Norma, tuvimos la oportunidad de conocer esa bella tierra hace unos años (agosto 2008) y quedamos encantados. Desde ya que lo nuestro no fue un aventura como la que relatas, somos un matrimonio argentino de tercera edad pero todavía con fuerzas y ganas, e hicimos el mismo recorrido, pero en sentido inverso, en un tour contratado desde Vancouver hasta Calgary y en un bus. (1)
    Muchos de los paisajes y experiencias que mencionas los vivimos nosotros también y compartimos el asombro y el deleite.
    Algunas cosas que describes u opinas me llaman la atención. Por ejemplo el tema de: “El Canadá turístico NO es barato”. Tuvimos varias oportunidades de viajar por varios países de Europa y en particular de España y de ninguna forma Canadá es más caro. Creo que los argentinos si podríamos decir eso por nuestra situación económica dado que el cambio no nos favorece con respecto al dólar canadiense y/o estadounidense y/o el euro. Los precios que haces referencia de campings, hósteles y hoteles que mencionas son idénticos a los que hemos encontrado en Europa. Nosotros también nos cargamos de comidas en el super cuando vamos allí. Bueno es nada más que una opinión.
    Coincidimos que la naturaleza ha sido totalmente pródiga con Canadá y sobre todo el Oeste y en casi todos los lugares que describes nos hemos quedado extasiados y con la boca abierta admirándolos. Hablando de paisajes bellos, montañas, lagos y glaciares recomendamos un recorrido por el sur, la Patagonia Argentina y el Glaciar Perito Moreno, es imperdible.
    No vimos la Aurora Boreal dado la época del año que elegimos. Nos quedará pendiente para la próxima oportunidad.
    Felicitaciones por el blog, en particular por esta Entrada y las fotos y gracias por hacernos revivir el maravilloso viaje que vivimos.
    (1) Con posterioridad al que mencionamos hicimos otros viajes, casi de aventura, recorriendo todo el norte de España (Galicia, Asturias, Cantabria y País Vasco hasta Madrid) en auto y por nuestra cuenta y otro por Italia, norte y sur.

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