Aquella tarde fui a pesar la fruta pero había más gente haciendo cola para usar la balanza. Entre ellos, alguien inusual. Un pequeño judío al que su elocuencia no hacía juego con su corta estatura. Me miró de reojo y me dijo “ Mi madre dice que los tomates más rojos son los que mejor saben” Yo le di la razón. Pero mi acento le despertó la curiosidad. “¿De dónde sos?” “De España” respondí. Él dejó unos segundo silenciosos y se volvió hacia mí otra vez. “En Alemania mataron a todos los judíos. Y España estaba aliado con ellos, y les ayudó a matarlos.¿Tú eres de los buenos o de los malos?” “Yo soy de los buenos” respondí. Entonces el niño colocó sus tomates sobre la balanza, introdujo el número, pegó la pegatina a la bolsa y se fue arrastrando un carro a medio llenar. Me encontraba en el barrio del Abasto y su comunidad judía era bastante relevante.
**
La humedad agobiaba mis pulmones. Al llegar ya me lo advirtieron, los argentinos son de carácter duro. Deberás pelear mucho para defender tus argumentos y, aun así, te los derribaran a empujones. Resulta que es verdad, que los argentinos tienen fama mundial de ser unos testarudos. Pero parece ser que esto solo atañe a los porteños (los que viven en la capital). A los cuales se les puede definir por su alto ego.
Al llegar a Buenos Aires me recibió mi amiga Fiorella y su familia. También su novio que es peruano por lo que no estuve en contacto con ningún argentino autóctono del que tantas cosas malas me hablaron.
Según parece, esta fama atañe solo a los porteños. Por lo que cuando alguien se queja de lo egocéntrico de los argentinos suelen referirse a los de capital. Parece, que según abandonas la ciudad la humildad crece, como si lo malo se quedará en el aire contaminado de la ciudad. Y todo lo bueno se filtrarse por el suelo para recorrer toda la geografía argentina.
**
Buenos aires tiene ese afán de lucha por querer renovarse pero al mismo tiempo ese un ligero guiño a los años 90 en España. La mayoría de edificios se mantienen viejos, llenos de cableado por encima y con las cicatrices de una pintura que ya vivió sus años de gloria mucho tiempo atrás. Una pintura brava que compite con su enemiga la humedad. En cierta manera recuerda a un Madrid viejo, pero más vibrante. Más vivo. Con más arte. Y totalmente renovado y moderno en la zona de Palermo.
**
Nunca había visto en mi vida a un niño sobre mantas y cartones dormir en la calle, y a centenares de miradas pasando por su lado sin inmutarse de tal situación. Tampoco había visto nunca entregar la más grande limosna a un mendigo que pedía. Y así me parece Buenos Aires, una ciudad de muchos contrastes, de gente buena a la que no le gusta que le tomen el pelo, pero que ceden en humildad cada dos por tres.
**
Camisa es remera, soja es soya, discoteca es boliche, autobús es colectivo, gracias se pronuncia grasias y palabras como dale, sos un boludo forman parte de su día a día. El lunfardo también es un lenguaje que se sigue empleando. Son términos empleados al revés. Una especie de código secreto que tenían los de baja clase para poder hablarse y que no les entendiera nadie. Ahora lo usan todos.
**
En los parques se llena de gente. Lleno de grupos, de amigos, tomando mates. Los argentinos no son de bares, pensé. Son de aires libres, de parques, de termos.
**
Me perdí por el barrio de la Boca (una historia que ya contaré). No tenía ni móvil, ni mapa. Todas las calles las veía igual y la brújula de mi cabeza ya no distinguía el norte. Se me ocurrió entrar dentro de un mecánico. Y le pregunté donde podía coger el autobús (mejor dicho donde podía tomar el colectivo). Él se extrañó al verme. Pero dejó lo que estaba haciendo y me acompañó tres calles más abajo hasta la misma puerta del bus.
**
La noche en Buenos Aires no calla. No descansa. Una noche Fiorella pidió un helado a domicilio a las tres de la madrugada. Y se lo trajeron. Los fines de semana Palermo se llena de bailes. A nadie le da vergüenza unirse. El raro es el que mira, porque todos bailan.
**
Y cómo no pecar con la primera novatada del lenguaje. Porque el novio de mi amiga tenía una entrevista y yo le dije con todo mi corazón que esperara que lo cogiesen en el trabajo. Pero en Buenos Aires también se lo toman todo con mucho humor. No puedes coger el bus ni puedes coger el bolígrafo. Porque si dices eso vas a quedar como un boludo.