Los mejores lugares no son los turísticos. Sino aquella ciudad que no sabias que existía, y cuyo nombre nunca olvidarás, Pelotas. Allí donde probaste los primeros dulces brasileños. ¡Y qué dulces! Nunca pensaste que no podrías comer más de uno. Los mejores lugares, no son los turísticos, ni aquellos que compartes con miles de cámaras a tu alrededor. De una mano que brota de la tierra, de un gentío que se aproxima a captar su mejor foto. No. Mejor en la noche, con la calma, la oscuridad y el sonido que convierte el agua en espuma en la orilla.


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No te creas que aquella isla repleta de lobos marinos y barcos alrededor con centenares de ojos mirando es mejor. Se que prefieres a aquel pescador asentado en el puerto, que lanza pescados al mar y recibe, a cambio, buena compañía. Que el óxido y el fuerte temporal nunca te paren. Que las olas rujan con fuerza dentro de ti.

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No… el mejor lugar no es al que van los turistas. Si no ese pequeño restaurante, apartado, al que vas a comer con buenos amigos. O donde el lugareño te enseña cómo vive realmente sin clichés ni estereotipos. No me vengan con postales o figuras de monumentos. Prefiero saber qué simboliza para el lugareño ese monumento, él que lo mira cada día, que pasa a su lado, y a veces ni se percata de su presencia. Qué representa para él el paraíso, cuáles son sus quejas, sus malhumores, que le hace sentir bien por la mañana.

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Prefiero el barro bajo mis pies, lo autóctono sin manipulación. El camino sin señales que nos humaniza más. Perderse en lo extraño. Preguntar a cada segundo el porqué de cada cosa, como si fuéramos niños de cuatro años. Descubriendo el mundo por delante y creando experiencia por detrás. Valorando lo positivo y aprendiendo de desafíos que no nos tumban, sino que nos fortalecen.

No te acomodes en una playa paradisíaca con pulseras de “todo incluido” y sal a descubrir el mundo. Mójate los pantalones, salta lo más alto posible que puedas, baila con tus inseguridades y dale un mordisco a tus miedos. Huye, lo más lejos, donde te lo cuestiones todo. Mira al espejo y siéntete diferente, con nuevas ideas, con más argumentos, con menos temores. Los mejores lugares no son los turísticos, no son la de las fotos con el monumento, son los que sacan de dentro de ti un potencial que ni tú sabías ni que existía.

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